Cuando tomé la decisión de poner mi pasión en el viento, en esa dirección llegué a entender una inmortalidad de la cual nadie podía decirme que estaba equivocado. Puse mi pasión en ello y así es como paso. Y nunca me arrepentí. Nunca pensé que me estaba equivocando, nunca me equivoqué. Lo hice por que mi amor me llevó hasta allí, así que no morí.
Se lo que es estar en el repaso de tu vida, pues he acompañado a muchos de vosotros en vuestra revisión de la luz. Yo nunca hice una revisión de mi vida; no la necesito ¿por qué? ¿Qué es lo que necesito? No me he arrepentido de nada y lo he amado todo. ¿Qué tendría que revisar? ¿Y por qué habría de perder la memoria? no tenía otro cuerpo al cual regresar; los he abarcado a todos. ¿Y por qué no debería estar aquí en el siglo XXI? Yo lo soñé y lo hice realidad. Yo entiendo el destino.
Esto no te está robando la vida, te está despertando para que elijas aquello que realce la que ya tienes y te aferres a ello, y hagas que tu vida sea más dulce, más hermosa, y tengas el poder de amar verdaderamente.
Te amo. Miro a cada persona individualmente. Y aquello que yo soy casi no puede contemplarse en este cuerpo. Porque cuando te miro salto de alegría. No sabes el cariño que te tengo, el cariño que os tengo a todos.
Se que no puedes verlo, no se trata de verlo, se trata de serlo y de sentirlo. Entonces verás el efecto de tus elecciones. ¿Acaso te pedí en este trabajo, que te convirtieras en algo que lastime a otra criatura, a otra persona, que te degrade de alguna manera a ti o a los demás, o que te vuelva inferior de alguna manera? Eso nunca se encontrará en mi trabajo; jamás. Quería que lo supieras. Quería que sepas lo especial y brillante que eres, un brillo que ahora no puedes ver. Y alguien debería habérselo dicho hace mucho tiempo.
Del libro: Líneas de tiempo